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IN MEMORIAM

En Sevilla, su pueblo y el mío, un domingo de invierno, con la luz de febrero, se me murió “como del rayo” mi amigo Alfredo, con quién tanto quería…

Corría el año 1998 cuando un alto funcionario de la Junta de Andalucía me hablo de Alfredo González, un consultor sevillano que trabajaba en Price Waterhouse Cooper, en las oficinas que la firma tenía en el Edificio Pórtico, enfrente de la estación de Santa Justa. Me acababan de aprobar un gran proyecto del Fondo Social Europeo, y necesitaba colaborar con alguien experto, que me ayudara a poner en pie todo aquello que habíamos diseñado desde mi empresa.

Te llamé y nos citamos una mañana de primavera en tu despacho. Me encontré a un hombre de unos cuarenta años, con muy buen porte, educado, y muy agradable en el trato, lo cual facilitó rápidamente nuestra comunicación.

Empecé a contarte mi proyecto, y detecté como tu entusiasmo iba en aumento por todo aquello que podríamos hacer, además teníamos los recursos y la experiencia, con lo cual, si le poníamos ganas, cosa que hicimos, el éxito estaba asegurado. Y así ocurrió. Este fue el primero de muchos otros proyectos y colaboraciones, que nos llevaron por muchos países y nos hicieron vivir una particular odisea: un viaje profesional y personal lleno de aventuras favorables y también adversas, aunque estas las superamos con buena nota.

Nuestra relación también trajo a mi vida a tu hija Alicia, con la que pude trabajar en mi empresa durante muchos años, prolongándose nuestra amistad y colaboración hasta ahora.

Alfredo eras un optimista empedernido, amante de los proyectos, no he conocido a nadie con mayor experiencia en este ámbito. Habías participado en tantos desarrollos que cuando te contaba una idea, te quedabas como absorto y desconectado, con la mirada perdida, y entonces te preguntaba:

_ ¿Me sigues Alfredo?

Y tú, me volvías a mirar y hacías un brillante análisis y desarrollo de la idea, a partir de ahí empezábamos a planificar hasta el infinito…

Con 65 años, en tu “segunda navegación” platónica, seguías más vivo y con más ganas que nunca, de hecho, en estos dos últimos años dedicaste gran parte de tu tiempo a la vida pública desde una opción política en la que creías firmemente. Yo te decía …pero Alfredo, a tu edad, no crees que estos embrollos no son para ti, y tú me respondías, que te encantaba poder trabajar para ayudar a transformar la realidad de Andalucía con tus ideas y experiencias.

Durante la pandemia estuvimos ideando varios proyectos para desarrollar en nuestra querida Andalucía, pero que tras tu partida, la verdad, se han quedado parados, te confieso que no he tenido fuerzas ni ilusión para seguir con ellos sin ti.

La última imagen que tengo tuya, fue cogiendo tu moto BMW, después de la agradable comida que hicimos en el restaurante de mis hijos en Sevilla en las navidades del 2020. Nos demoramos para verte montar y arrancar, entonces nos miraste de manera especial, sin duda despidiéndote.

Espero que algún día, no sé cómo, ni donde, ni cuando, volvamos a encontrarnos. Mientras tanto me quedo con tu bondad, con tu optimismo, con tu disponibilidad y tu inteligencia.

Un fuerte abrazo, querido.

Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.
A las aladas almas de las rosas…
de almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma,

mi amigo Alfredo.

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