En el vientre de la ballena
Estos días he vuelto a leer algunos libros que denomino “libros tesoro”. Siempre por navidad, aprovechando esa tregua que te dan los «dragones» de Lamarre. En estos días tengo el reposo y la tranquilidad como para adentrarme en la fascinante lectura de exquisitas y deliciosas piezas literarias.
Entre mis clásicos de este año han estado una vez más, Tres cuentos de Truman Capote que relata dos Navidades y un día de Acción de Gracias, historias trufadas de sentimientos dispares pero tan cercanos a la vez, tan reales y conocidos, como el amor y la maldad. Capote, registra magistralmente a personajes familiares entrañables e inocentes, en un ambiente cargado de olores a cocina de casa grande y humilde, a bizcocho recién horneado, a guisos típicos, a gran despensa repleta de legumbres, de harinas, de mieles. A calle sin peligros, a Escuela antigua de un solo profesor por curso. A pasado feliz. También olores a humanidad, a personas concretas y entrañables. Olores a personas con vidas sencillas y muy alejadas del mundo frenético en el que hoy día vivimos.
Big Magic de Elizabeth Gibert, un maravilloso relato sobre la creatividad, la inspiración, el miedo, la aceptación o negación de las ideas y proyectos y su puesta en acción, una mezcolanza de sentimientos y motivaciones relacionadas con lo intrínseco del ser humano, que la pluma de Gilbert disecciona y matiza con detalle, compromiso y gran ingenio.
El giro de Stephen Greenblatt, una vez más me ha llevado al Renacimiento. A las esencias de los clásicos, los más clásicos, que perduran y son actualidad después de siglos. De la mano del buscador de libros Poggio Bracciolini, nos conecta la Edad Media con la Modernidad a la luz de Lucrecio y su Sobre la Naturaleza de las Cosas.
Obra maestra de Juan Tallón, que relata la desaparición de una gran obra de arte, una escultura, del artista Richard Serra. Esta pieza te adentra mediante una historia inverosímil, en el mundo del arte, de los museos, los burócratas estatales de la cultura, el laberinto judicial, los marchantes, y por supuesto los artistas. Una ficción muy realista y trepidante que no pude dejar de leer.
Este año también he vuelto a revisar las páginas que George Orwell escribió en 1940, y que tituló, “en el vientre de la ballena”. Su lectura me ha hecho reflexionar sobre el papel del hombre en esta sociedad, me refiero a la sociedad digital actual, dominada por la utilización masiva de las redes sociales para expresarnos, difundir y comunicar, cualquier cosa que se nos ocurra. Podemos denominar también a esta sociedad como una sociedad masa. La auto-comunicación de masas.
Orwell analiza desde el prisma de la literatura, o mejor dicho de la atmósfera mental de los escritores de los años veinte y treinta del siglo pasado, el compromiso de los mismos con la situación social y sobre todo con la política de su tiempo. El análisis pivota sobre Henri Miller y su novela Trópico de Cáncer relacionado con el mito de Jonás y su estancia dentro del vientre de una ballena, o gran pez.
Me ha vuelto a sorprender como analiza Orwell, del que voy a reproducir in extenso algunos párrafos, a los escritores que optaron por inscribirse en la defensa de la ideología de izquierdas, del comunismo militante, representado por la Unión Soviética. Por ejemplo, sobre el famoso poema de Auden titulado “España”, sobre la guerra civil española, Orwell analiza:
“Por la mañana, un par de asesinatos políticos; un descanso de diez minutos para reprimir cualquier remordimiento aburguesado, y luego un rápido almuerzo antes de pasar la tarde y la noche haciendo pintadas en los muros y repartiendo octavillas.”
Dice Orwell que “los Hitler y los Stalin de este mundo consideran que el asesinato es necesario, pero no hacen pública su insensibilidad, y no lo llaman asesinato. Hablan de liquidación o eliminación, o emplean cualquier otra expresión tranquilizadora.”
Continua Orwell: “ El tipo de amoralidad de Auden solo es posible si uno es la clase de persona que siempre está en otra parte cuando se aprieta el gatillo. Gran parte del pensamiento de la izquierda consiste en gran medida en jugar con fuego, pero quienes juegan son personas que ni siquiera saben que el fuego quema. La belicosidad a la que se entregó la intelectualidad inglesa en el período 1935-1939 se basó en gran medida en una sensación de inmunidad personal.”
Orwell trae a colación a Connolly que observa que “su experiencia tras dejar Eton, subyace una teoría de la adolescencia permanente, donde siempre se da el mismo patrón: colegio privado, universidad, unos cuantos viajes al extranjero y luego Londres. El hambre, las adversidades, la soledad, el exilio, la guerra, la cárcel, la persecución, el trabajo físico no son, para ellos, más que palabras”.
Veo retratados aquí a una parte importante de la clase política e intelectual actual, que viven en esa «adolescencia permanente», y que tratan de fundar las bases de lo correcto, del progreso, del bien y del mal. En definitiva de todas las ortodoxias.
Concluía Orwell que las buenas novelas no las escriben los rastreadores de la ortodoxia, sino quienes no tienen miedo.
A Henry Miller todo esto, le parecía una gran pura estupidez. Pensaba que sus ideas sobre el fascismo, la democracia, no eran más que tonterías.
Miller fue un visionario avant la lettre, ya que pensaba que “nuestra civilización estaba destinada a ser barrida y reemplazada por algo tan diferente que apenas lo consideraríamos humano”. Aunque esto tampoco le importaba, la verdad. “Toca la lira mientras Roma arde”.
“…pensamos en el vientre de una ballena como un lugar cómodo, acogedor, hogareño. El vientre de la ballena es un útero lo suficientemente grande para un adulto. Allí, en la oscuridad, en un espacio mullido que tiene la medida apropiada para nosotros, con metros y metros de grasa que nos separa de la realidad, uno puede mantener una actitud de absoluta indiferencia, pase lo que pase.”
Y yo me pregunto cómo hizo Orwell: “…pero esto en nuestra época ¿es una actitud defendible?”
En «un mundo feliz», encontramos:: «Una dictadura perfecta tendrá la apariencia de una democracia, pero será básicamente una prisión sin muros en la que los presos ni siquiera soñarán con escapar. Será esencialmente un sistema de esclavitud en el que, gracias al consumo y al entretenimiento, los esclavos amarán su servidumbre».”
Pienso si también podríamos decir hoy en día con Orwell aquello que «…casi con total seguridad que nos adentramos en una época de dictaduras totalitarias, una época en la que libertad de pensamiento será primero un pecado moral, y después, una abstracción carente de sentido. El individuo autónomo será borrado del mapa…”
Comentarios recientes